jueves, 28 de mayo de 2009

*Testimonio*

Juan Carlos tiene 25 años, pero aparenta muchos más, debido a todo lo que ha vivido y principalmente por su incursión en l mundo de las drogas. Es un hombre que lucha diariamente con su enfermedad y que ha aprendido a creer en Dios... Él nos cuenta su testimonio:


“Mi vida giraba alrededor de las drogas”

No sé en qué momento me convertí en un adicto, pero lo cierto es que lo soy. No es fácil admitirlo, sobretodo cuando has estado huyendo de tus problemas todo el tiempo. Hay una canción que dice “fui de todo y sin medida” y creo que corresponde muy bien a la vida que llevé dentro de las drogas. Probé todo lo que estuvo a mi alcance, fui expendedor de marihuana y cocaína; robé y me prostituí para conseguir la droga, maté a mi hijo antes de nacer. Sufrí e hice sufrir a quienes más me amaron, me hundí en un pozo sin fondo y me rebelé contra Dios en repetidas ocasiones.


Incomunicación: enemigo latente.

No quiero justificarme, pero la adicción de alguien siempre tiene que ver con su vida y con su autoestima. Desde niño me sentí muy solo, porque mis padres - en su afán de conseguir dinero para sobrevivir - me descuidaron. Ya a los cinco años bebía champaña o vino en las fiestas familiares. Lo hacía por curiosidad y por imitación, incluso mis tíos me daban dinero porque les había hecho reír. En esos momentos me sentía muy especial y tomado en cuenta. La sensación me gustó y opté por levantarme cuando terminaban las fiestas para juntar los restos del licor y beberme todo. En la adolescencia estaba por los suelos, mi propia familia me ponía apodos, con lo cual crecía en mí el resentimiento y la venganza.


Las malas compañías.

Esa falta de identidad me hizo buscar la compañía de ciertos panas bacanes, que tenían plata y se hacían respetar a puro puñetes. Con ellos empecé a fugarme del colegio para ir a los juegos electrónicos y visitar los chongos. Ahí tuve mi relación sexual para que no me dijeran: “guambra coco”. A los 14 años ya fumaba diariamente y visitaba las discotecas. Yo veía que si uno fumaba, las peladas le respetaban, mucho más si tenía plata para gastarles. Pero, ¿de dónde dinero?... empecé a robarle dinero a mi mamá y a mi tíos, en pequeñas cantidades para que no se dieran cuenta. Las notas bajaron considerablemente y tuve que cambiarme varias veces de colegio. Pero, en vez de ayudarme, me hundía más porque al ser nuevo, mis compañeros me batraceaban. Entonces aprendí a ser buen puñete para defenderme.


Mi primer vuelo.

Los estudios los dejé a un lado y mi madre me envió a trabajar en una mecánica, pero igual fui irresponsable, sobretodo los viernes. Precisamente, un fin de semana de aquellos, me encontré con mis panas, quienes estaban locos por pegarse unos toques. Yo no había ingerido drogas, pero lo hice para estar bien con mi grupo. Aspiré y aguanté con el humo lo más que pude, tal como me lo indicaron. Sentí que se me amortiguó todo el cuerpo, tal como si me hubiera pegado varias botellas de licor. Fue bien bacán, aunque cuando terminaron los efectos sentí dolor de cabeza y me dio la leona.

Después aprendí a fumar base de cocaína. Esta droga me daba mucha ansiedad y nervios, parece que todo el mundo me miraba. Por eso, es que prefería hacerlo solo y en un lugar apartado. Mi primer contacto con los vendedores fue casi enseguida. Un pana me pidió que lo acompañara para pegarse un grifo. Acudimos a una casa por el norte de la ciudad y mi amigo entró a conversar con el man, el propio. Después salió con un paquete pequeño. En esta época hace unos nueve años una tamuga para 3 o 4 grifos costaba mil 500 sucres. En cambio, un paquete de base para una pistola costaba mil sucres. Me involucré de lleno con ese mundo, que siempre lleva a nuevas situaciones de peligro. El afán de ser el más bacán me llevó a hacerme choro para pagar la droga y slir con las mejores peladas.


¿Qué quieres verde o blanco? (marihuana o base)

Conseguir la droga no es tan fácil, porque los brujos asumen que pueden tratarse de una trampa de los tombos. Al inicio pedía a un pana que me la consiguiera, pero en muchas ocasiones no volvía ni con el dinero ni con la marihuana, por eso resolví tratar de comprar yo mismo.
El pusher está recorriendo permanentemente la ciudad, observando a la gente, él se da cuenta de quienes necesitan comprar. De cualquier forma me hice conocido de pero siempre hay un problema seguía siendo el dinero. Empecé a cordelear y sacar accesorios de los carros, radios, llantas, etc....
Una vez con droga y dinero es más sencillo atraer a otras personas. Al principio las hembras no quieren probar, pero luego ellas mismas piden.


Con fobia al agua.

Cuando cumplí 20 años estaba hecho un sucio, llevaba el cabellos largo y descuidado. Sinceramente, apestaba, aunque poco me importaba. Cuando uno está bajos los efectos de los estupefacientes no quiere saber nada del agua. Mi cuarto parecía una chanchera, lleno de platos sucios, con comida podrida y llena de hongos. Sólo vivía para beber. En el día me pegaba los plomos bolo para tener todo el tiempo alcohol dentro mío; lo típico era esconderme en la Loma de Quito.


El amor no compagina con la droga.

Me faltaba amor, pero me consideraba poca cosa para que alguien se fijara en mí. Por eso cuando una pelada me paró zona y me dio cariño terminé casándome con ella. Sin embargo, la droga acabó con mi relación. De cualquier tontería yo hacía un problema para poder pelear y largarme a beber y fumar. Le decía toda clase de insultos.
La compulsión por beber me ponía de tan mal humor que era un infierno vivir conmigo... Un día me dijo que estaba embarazada y yo le grité: ese no es mi hijo, eres un longa p......... Conseguí dinero y le hice abortar. De verdad creía que me había engañado, y no tenía ninguna razón. Después de tantos maltratos ella decidió dejarme. Yo la amaba.


El círculo se completa.


La culpa que sentía era implacable, en los momentos de lucidez. Me veía como un irresponsable, una persona que hacía sufrir a todos, trataba de no pensar en los errores cometidos, apagaba la luz de mi habitación pero no conseguía tranquilidad. Veía hasta diablos. La única forma de olvidar y borrarme la memoria era volver al alcohol y a las drogas. Como frecuentaba los chongos, me hice de una prostituta que me pegaba todos los vicios. Pero, me cansé de ella y preferí dedicarme a vender marihuana. Vendía en las calles, en los juegos electrónicos, en los parques. Invertía en ese tiempo 400 mil sucre y sacaba hasta un millón y medio. Eso fue al principio, porque luego de las cinco fundas que tenía para vender, me fumaba tres. Y ni pensar en los riesgos de ser detenidos por los rayas.


Al borde de la muerte.

Me sentía más solo que nunca, ya nada me hacía efecto, estaba enfermo, acabado, al borde de la muerte, sólo tenía ciertos momentos de lucidez; muchas veces me quedé tirado en las calles. Lo que más me llegó fue la muerte de un amigo mío. Yo le encamé y le cogí de gil para que me consiguiera plata y droga. Un día se drogó hasta casi perder la conciencia, en un arranque salió a la calle y se lanzó contra un auto.
Mi familia, que tanto insistía en ayudarme, me convenció de ir a un sicólogo y más tarde a un centro de rehabilitación en Cuenca. Acepté porque no encontraba razón en vivir y porque me cansé de que mi vida girara alrededor de una botella y de las drogas. Pero, estuve a punto de retractarme, el fin de semana anterior a irme salí a la calle y me metí todo lo que puede para perder la noción.


Una luz en la oscuridad .

En la comunidad terapéutica en Cuenca mi vida cambió. Me ubicaron en una habitación con tres personas más, una de las cuales era antiguo. Yo tenía ganas de escapar, me hacía ideas de atacar al compañero que tenía las llaves para poder largarme de ahí. Pero, me retuvo el cariño y la comprensión que tanto había buscado y también la posibilidad de confrontar mi realidad. A través de terapias de confrontación aprendí a reconocer mis errores, pero también mis virtudes. Ahí me enseñaron a combatir la baja estima, la ira, el resentimiento y la venganza que se siente como adicto.


“Me identifico”


La compañía es fundamental para la rehabilitación de un adicto. Por eso, todas las terapias y los ejercicios se realizan dentro del grupo. Cada uno de nosotros tiene una historia personal que nadie juzga. Cuando alguien comparte su testiminio, por más baja que pueda ser la acción, que haya hecho a causa de las drogas, siempre hay un compañero dentro de la sala que se pone de pie y dice “me identifico”. Esa simple oración le llena a uno de valor para seguir adelante. Siempre hay que recordar que un adicto solo es un adicto mal acompañado.


El día a día .

Pasé ocho meses y ahora he salido a enfrentarme con la vida y con las tentaciones. Aunque he aprendido a amarme y he comprendido que la adición no me llevó a nada bueno, evito estar junto a las viejas compañías y pasar por los lugares donde ejercí mi adicción.

Cada día es una lucha para evitar caer nuevamente. No pienso en mañana, ni en un mes, solo vivo el hoy. Pedí perdón a mi familia y trato de ganarme su confianza, lo cual no es fácil, apenas salgo me interrogan y al volver me huelen para estar seguros que no he vuelto a lo mismo. Yo los entiendo y sigo adelante, porque me he perdonado a mí mismo y gracias a Dios he vuelto a creer en Él.


...Vuelta de eclipse...

...El mayor punto de venta de drogas...

lunes, 25 de mayo de 2009


Get a Voki now!

.....

martes, 19 de mayo de 2009

"Prevenir es evitar"


Bajo el lema 'Prevenir es evitar', la Fundación Atenea ha puesto en marcha una campaña de prevención del consumo de drogas dirigidas a familias inmigrantes



lunes, 18 de mayo de 2009